FORMAS DE CIRCULACIÓN DEL DISCURSO MODERNISTA:
DELMIRA AGUSTINI, POEMAS Y RETRATOS.
Florencia Briasco Lay
Estudiante avanzada de Letras – UBA
María del Rosario Sánchez
Lic.y Prof. de Letras – UBA
rovuelve@hotmail.com
ABSTRACT
La generación
uruguaya del 900 reúne un pequeño y productivo grupo de intelectuales y
artistas, que en el terreno específico de la poesía y el periodismo, generan
nuevos discursos que interpelan a la sociedad. Un nuevo lector es necesario
para que interprete los tópicos emergentes. Nos proponemos profundizar el
análisis de la poética de Delmira Agustini tanto en sus poemas como en la
escritura de retratos aparecidos en La
Alborada. Buscamos distinguir la circulación de la palabra de Agustini en
el medio intelectual. ¿De qué manera se construyen estos espacios de lo
femenino y de la mujer como actor social? ¿En qué sentido se sostiene, influye,
se critica o se celebra, este cambio de paradigma?
En Montevideo, así
como en las principales ciudades latinoamericanas, el movimiento modernista se
construye para expresar la necesidad de crear una voz continental que se
desvincule de la herencia española. Sin embargo existen, en el interior de esta
estética, líneas de fuga en el momento del agotamiento de sus tópicos. En
Delmira Agustini podemos observar la aparición de otra dimensión de lo femenino
que incluye el deseo y el cuerpo como materialidad. Los retratos que escribe en
la revista La Alborada hacen visible
aquello que estaba presente pero se ocultaba: las nuevas inquietudes respecto
de la mujer como actor social. Allí, presenta a las damas de la burguesía y destaca sus inclinaciones artísticas como
figuras que pretenden hacerse visibles tanto en su entorno como en el campo del
arte.
La crítica ha leído
a la mujer modernista como una construcción
ideal, mística, y hasta fantasmagórica creada por un grupo de hombres
que se piensan a sí mismos en la torre de marfil. Ahora bien, ante la emergencia de una vidriera de figuras femeninas: ¿Cómo
se puede leer esa irrupción en la revista y en la sociedad?
The Uruguayan generation of the 1900s gathers a
small and productive group of intellectuals and artists who, in the specific
arena of poetry and journalism, have generated new discourses that challenge
society. A new reader is required for interpreting the emerging topics. We aim
at delving into Delmira Agustini's poetics both through her poems and through
the writing of portraits published in La Alborada. We seek to distinguish the
circulation of Agustini's word within the intellectual milieu. How are these
spaces of the female and woman as a social actor constructed? In what sense is
this change of paradigm maintained, influenced, criticized or celebrated?
In Montevideo ,
as well as in most Latin American cities, the modernist movement is born to
express the need to create a continental voice detached from the Spanish
legacy. However, within this aesthetics there are vanishing lines upon the
exhaustion of its topics. In Delmira Agustini we can see the emergence of
another dimension of the female that includes desire and the body as a
materiality. The portraits she writes in the magazine La Alborada make that which was present but hiding visible: the new
concerns about woman as a social actor. There, she introduces bourgeois ladies
and highlights their artistic inclinations as figures who seek to become
visible both in their environment and in the field of art.
Criticism has read the modernist woman as an ideal,
mystic and even phantasmagorical construction created by a group of men who see
themselves in the ivory tower. Now, in view of the emergence of a showcase of
female figures, how could that irruption in the magazine and society be
construed?
La generación del
900 en Uruguay, reúne un pequeño y productivo grupo de intelectuales y artistas
que, en el terreno específico de la poesía y el periodismo, generan nuevos
discursos que interpelan a la sociedad. En Montevideo, así como en las
principales ciudades latinoamericanas, el modernismo es la poética que se
construye para expresar la necesidad de crear una voz continental que se
desvincule de la herencia española y se proyecte a una realidad latinoamericana
común. Estudiaremos los tópicos del modernismo que emergen en el contexto de
esta generación y se revelan en la
escritura poética de Delmira Agustini. Nos preguntaremos sobre la relación
existente entre su producción poética y su participación en la sección “Legión
Etérea” de la revista La Alborada.
Si bien es cierto
que la participación de las mujeres en esta publicación periódica era muy
importante, ninguna de ellas llega a tener una sección a cargo a excepción de
Delmira Agustini. ¿Qué elementos de su escritura o de su biografía llevaron a
que pudiera ocupar ese espacio? En los retratos, ¿cómo nombra una mujer a otras
mujeres?[1]
FAMILIA, INTELECTUALES Y CRÍTICA
Se sabe que Delmira
Agustini ha producido en el ámbito de lo
íntimo. Su poética es la intimidad: la escritura de poemas de índole erótica
transgrede cierto gusto modernista por trabajar este tópico en términos
ideales. Agustini hace presente toda la potencialidad del discurso erótico.
En la escena
familiar, fue alentada a manifestar su arte desde pequeña. La tensión entre lo privado y lo público, muy
presente en la mayoría de los análisis de la crítica, se ha orientado hacia la
búsqueda de elementos que iluminen su biografía en detrimento de su producción
poética.
A principios del
siglo XX la producción escrita de mujeres se distingue claramente de la
masculina por los modos de circulación. En Montevideo, las poetas no
participaban de las tertulias y los espacios literarios, sino que vivían la
escritura como una práctica solitaria. A
La Torre de los Panoramas o El Consistorio del Gay Saber asistían
sólo los intelectuales varones que experimentaban con la escritura y las drogas
y conformaban una cofradía donde se ponían en juego las líneas generales de la
nueva estética. La lectura y la crítica fueron prácticas fundamentales para que
figuras como Horacio Quiroga y Julio Herrera y Reissig, entre otros, se
constituyeran en referentes de la época.
Sin embargo,
Delmira Agustini está vinculada a varias figuras de la intelectualidad: María
Eugenia Vaz Ferreira, poeta a quien dedicó un poema y un retrato en la revista
La Alborada, André Giot de Badet, amigo íntimo con quien compartía lecturas y
paseos, Rubén Darío con quien intercambió correspondencia y prologó su libro Los cálices vacíos, Roberto de las
Carreras, poeta incorrecto y provocador de su misma época.
La vida y la obra
de Delmira se enlazan en un continuum entre la familia y la crítica. La
conservación de objetos, fotografías y el álbum de recortes sobre su muerte
conviven con los manuscritos y las transcripciones del padre, las publicaciones
y la organización del volumen póstumo El
Rosario del Eros. Esta extraña convivencia del material que se conserva de
Delmira Agustini, sumado al hallazgo de su correspondencia íntima, han
planteado interrogantes en la crítica que se ha centrado en el análisis de su
figura en el contexto histórico, privilegiando su trágica muerte y la supuesta
multiplicidad de máscaras o personalidades que se le atribuyen. También la
ficción ha dado cuenta de la vida de la poeta en obras de teatro, versos y
novelas.
El cuidadoso recorte de lo que se quiso
mostrar de la poeta ha ocupado un lugar
privilegiado en la representación de su figura que deja de lado su labor dentro
de la historia de la literatura. Como bien señala Ana Inés Larré Borges:
Es
posible que la lectura de las sucesivas versiones que desde el ensayo, la
biografía, la novela y la dramaturgia construyeron el mito de Delmira Agustini,
termine por dibujar también otro retrato más oculto pero igualmente
apasionante, me refiero al de la evolución de nuestras maneras de entender el
amor y la familia, el retrato en el tiempo de una parte importante de la
intimidad de los uruguayo[…] El caso de Delmira Agustini, finalmente, nos
parece un ejemplo arquetípico de lo que denomina hoy en día “historia de los
incidentes” (Larré Borges 2006:133-134[2])
Sin embargo, lejos de la biografía, nos
proponemos ampliar la mirada sobre su escritura. Nuestro corpus reúne los
retratos aparecidos en la revista La
Alborada[3] y una selección de poemas de Los cálices vacíos. Indagaremos en los
dos recorridos de su escritura, cuya propuesta problematiza los alcances del
modernismo como estética predominante: la voz de Delmira que se instala en el
medio artístico y también dentro del
periodismo del 900 en Montevideo.
POEMAS
Los poemas de Delmira
construyen un sujeto poético deseante que se expresa en las figuras de un amor
erotizado. Como sostiene George Bataille en el ensayo “El erotismo sostén de la
moral” (1988: 382-383) la experiencia
interior invierte el signo de lo religioso junto con la trascendencia de la
animalidad que es un aspecto fundante de lo erótico. El sujeto poético no sólo
imagina y desea, sino que invita y sugiere al otro a consagrarse en su
voluptuosidad. Esto se ve claramente en la segunda estrofa de “El intruso”:
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;/ Bebieron en mi copa tus labios
de frescura,/ Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;/Me encantó tu
descaro y adoré tu locura como también
en “Tu boca” que termina con: - Maravilloso nido del vértigo, tu boca!/ Dos
pétalos de rosa abrochando un abismo...-.
Agustini explora el
camino de la escritura poética no sólo en su libro Los cálices vacíos sino también en la publicación periódica La Alborada, y es por eso que los
tópicos que desarrolla son muy variados: desde las fantasmagorías de la noche
en “Flor Nocturna”: “Cuando las aves nocturnas/exhalan lúgubres quejas/ que
vibran en el silencio/monótonas y siniestras”, a la descripción ideal de la
mujer en los tres poemas que toman el tema del Álbum: “Tus grandes ojos de
oriental pupila,/vivos fulgores sin cesar irradian” (“En el Álbum de la
señorita E.T”) o “La belleza más pura y delicada/ se refleja en tu rostro
juvenil,/ eres ninfa risueña, eres un hada,/ eres flor de algún célico
pénsil.”(“En un Álbum”).
La
insistencia en el álbum, el perfil y el retrato como temas recurrentes en estos
poemas introducen una mirada estática de lo femenino en donde no se puede
contar sino admirar, mostrar y elogiar. El quiebre con ese estatismo se produce
diez años más tarde en el poema “Con tu retrato” de Los cálices vacíos donde el sujeto poético logra erotizar la imagen
del varón retratado:
“Con tu retrato”
. . . Yo no sé si mis ojos ó mis manos
Encendieron la vida en tu retrato;
Nubes humanas, rayos sobrehumanos,
Todo tu Yó de emperador innato
.
. . . Amanece á mis ojos, en mis manos!
Por eso, toda en llamas, yo desato
Cabellos y alma para tu retrato,
Y me abro en flor!... Entonces, soberanos
.
. . . De la sombra y la luz, tus ojos graves
Dicen grandezas que yo sé y tú sabes...
Y te dejo morir... Queda en mis manos
.
. . . Una gran mancha lívida y sombría...
Y renaces en mi melancolía
Formado de astros fríos y lejanos! (Agustini
1902: 68)
Uruguay Cortazzo[4] (1987: 51) considera la lectura desde un
“logos femenino” que otorga voz a lo que estaba en silencio: una “realidad
muda”. Lo que hace que los poemas de Delmira sean leídos como poesía es que no
están dirigidos hacia un hombre concreto sino que se construye un sujeto
masculino, destinatario de una erótica femenina, que trasciende los individuos
particulares.
Retratos y poemas
se unen y contraponen en las mismas páginas de La Alborada donde la claridad está resaltada como virtud de las
señoritas que constituirán la “Legión Etérea” y el terreno de las sombras, de
lo misterioso e inexplicable se va manifestando en sus poemas. Estos dos tipos
de escritura abren múltiples preguntas en torno a la utilidad manifiesta de los
retratos y la exploración en el nuevo terreno, quebrando los límites del
modernismo, que aparece en los poemas.
LEGIÓN ETÉREA
Si en los poemas el
sujeto poético se constituye como un ser femenino deseante, en los retratos la
voz se hace plural (un nosotros es el que cuenta a un ustedes) y describe a
mujeres deseables de la sociedad montevideana. En esta sección, que comienza en
el número 282, el 9 de agosto de 1903, la firma de Delmira se camufla bajo el
seudónimo de Joujou, hasta el número en que advierte que su figura/ su firma se
multiplicará en otras Joujous. La presentación de la “Legión Etérea” en La Alborada tiene esta introducción:
Etérea,
si, celeste, es la delicada legión de personitas deliciosas, con cuyo desfile
nos proponemos encantar á nuestros lectores; celeste también es esa página,
himno triunfal a la hermosura femenina: celeste, porque está dedicada a la belleza, regio destello de la divinidad;
celeste, porque está dedicada a la mujer, encarnación sublime de la belleza.[5]
Delmira reproduce,
en la escritura de los retratos, la pacatería de la sociedad montevideana y a
la vez incorpora elementos irónicos que muestran, en cierto sentido, su
incomodidad con los modos de captar a las mujeres. Su escritura se puede pensar
a partir de la reflexión sobre cuán ideal o real puede ser la mujer retratada.
El retrato lleva por finalidad mostrar la belleza, la elegancia o la bondad,
valores que pretenden encontrar los lectores en esas representaciones.
El estilo de los
retratos se enmarca en la estética
modernista. Proliferan las frases elogiosas hacia el género femenino con
adjetivaciones basadas en los colores (donde predominan el marfil y el ébano),
alusiones mitológicas, exclamaciones y
la exaltación de las virtudes como la hermosura, la dulzura, la
delicadeza que conviven con distintas imágenes sensoriales centradas en las
formas: el porte, la voz, el rostro, las manos, el cabello. Otros recursos
retóricos que aparecen son la repetición, la aliteración, las interrogaciones. Además, utiliza el contraste
entre lo luminoso y lo oscuro, las texturas,
los diminutivos y algunas
palabras en francés (bibelot, bijou, chic) que refuerzan lo etéreo de la
sección.
El título “Legión
Etérea” yuxtapone la marcha, el avance, el movimiento, con la idea de lo
vaporoso, lo sutil. De manera tal, que revela una antítesis entre lo corpóreo y
lo incorpóreo que se reproduce como eje central en las descripciones de los
retratos. Delmira Agustini intenta, por medio de su escritura, apartar a las
mujeres de una representación ornamental destinada a la vida ociosa. Patricia
Varas (2002: 20) trabaja este tópico en su cita del texto “La derrochadora”[6] de Julián del Casal, donde se describe el mal del siglo: el consumo. En
del Casal, la experiencia de la mujer aparece banalizada por el consumo. El
cuerpo y el espíritu están corruptos porque no tienen quien corresponda a su amor. La mujer aparece
rodeada de objetos inanimados que acentúan su soledad y construyen la idea de
un consumo erotizado.
La imagen y la
letra de las mujeres en La Alborada,
se integra a una visión panorámica de la burguesía montevideana que sostiene su
estatus en la medida en que aparece en sus páginas. Las mujeres que circulan
son estampas que se corresponden con un modelo de vida esperable o deseable,
satisfactorio a las ideas de la burguesía. En este sentido, las fotografías
aparecen a lo largo de toda la revista, no sólo como ilustración sino como
objeto decorativo o adorno, deslizando la idea de bibelot en tensión con los
retratos que traza Agustini.
En los números
previos a la sección “Legión Etérea”, un artículo sienta precedente sobre esta
imagen vinculada a la valoración positiva de las mujeres artistas o
intelectuales. Sin firma, “Intelectualidades uruguayas” aparece el 24 de julio
de 1902. El texto comienza con la exclamación “¡Qué linda página!”. Allí, las
mujeres intelectuales uruguayas serán descriptas como un “Rincón Celeste, un
lugar preferido de las musas, un cuarteto divino elegido por Apolo para hacer
vibrar las cuerdas de su lira”. El marco azul, excepcional y divino (propio del
modernismo) auspicia a este grupo de mujeres (María H. Sabbia y Oribe, Adela
Castells, Ernestina Mendez Reissig y María Eugenia Vaz Ferreira)[7]
, de las que no se puede decir nada más porque su acción y mostración literaria
en otros ámbitos ya lo han dicho todo. Esta estrategia, reiterada en la
revista, indica un público selecto, apela a un lector informado, que encuentra
allí un lugar de pertenencia.
De este modo, la
revista explica las fotografías de mujeres (intelectuales y artistas) con textos de estilo modernista, que serán
retomados en los retratos que Delmira escribirá un año más tarde.
ANÁLISIS DE LOS RETRATOS
En los retratos,
las fotos de las mujeres encontrarán distintos matices, pues es necesario
presentar y pintar de modo elogioso. Con esta pauta de escritura Delmira
cuestionará la figura de bibelot, de mujer decorativa. De Aurora Curbelo dirá:
No,
Aurora no es de esas; lejos muy lejos de parecerse à la mujer muñeca, tipo
inevitablemente funesto para la familia. Aurora es la mujer grande, la mujer
del porvenir, la mujer de la sociedad y del hogar, físicamente delicada y
quebradiza, moralmente viril, la mujer capaz de las ternuras más íntimas y
femeniles, de las energías más férreas.[8]
Sin embargo, Agustini no olvidará su
función de presentadora de futuras mujeres casaderas cuando advierte que María
Celia Folle es “digna de un primer puesto entre nuestras niñas más meritorias”
y más adelante agregará “¿qué más necesita para triunfar?”. En el retrato de
Delia Real de Azúa añadirá que está
“entre el pequeño grupo de niñas que por su gracia y distinción merecen ser
consideradas como elite de nuestra sociedad”
Es
preciso recordar que en este tiempo, el discurso sobre las prácticas de la
sexualidad está siendo revisado institucionalmente. Desde el Estado, tanto la
ley de divorcio como la ley penal son reguladores sociales que marcan
diferencias entre hombres y mujeres. El encierro por infidelidad en las mujeres
era un castigo común y en los hombres debía venir de la mano del escarnio
público para hacerse efectivo. Esta expresión del Estado conlleva una exposición
desde la prensa. En La Alborada, la
operación construye un entramado de discursos publicitarios, de ficción,
periodísticos, que hacen coincidir como personajes de la reflexión o la
exhibición a mujeres notables, casaderas, prostitutas o miembros de “sociedades”
que cumplen la función de acompañantes para alegrar los paseos de distintos
grupos (“Sociedad de las delicias”).
La sección “Legión Etérea” pone en escena
retratos de distinto tipo que, por medio de un estilo modernista le permiten a
Delmira tomar distancia de la “sociedad pacata y provinciana” y hacer convivir
las mujeres bibelot, las casaderas y las artistas y las intelectuales.
¿Cuál es el valor
de la fotografía, o de la representación fotográfica de estas mujeres que
surgen por toda la revista?
En La Alborada no hay una representación unívoca de la
mujer. Conviven en la descripción del retrato y las fotografías, por un lado,
un elogio hacia los altos valores de la apariencia, y por otro, el gusto por el bajo fondo
estetizado.
El discurso de la
revista piensa la Nación, o por lo menos, vislumbra el proceso de organización
de un país. Formaliza sus costumbres, enlaza fotografías de sus representantes,
da espacio a contar historias, pertenecientes tanto al ámbito de la anécdota,
la nota de color o la ficción, exhibe a sus representantes. De revista política
deviene en una publicación de variedades, no sin una línea ideológica que la
atraviesa: el nacionalismo blanco. Recién en 1925 se conmemorará el Centenario,
de este modo, se estarán estableciendo las coordenadas de ubicación de Uruguay,
diremos Montevideo, entre las otras capitales.
El arte (la poesía)
y la técnica (la fotografía) se cruzan con el discurso periodístico y el
publicitario. En este entramado cabe la pregunta por la utilidad del arte o la
expresión artística para servir, obstaculizar o favorecer a la construcción de
la sociedad.
En una revista
conservadora como es La Alborada, la
mujer aparece a través de la imagen y a través de su propia palabra. Entonces,
no podemos afirmar que la mujer no tenga un lugar en el modernismo pero sí, que
históricamente se lo ha leído de esa manera. Delmira muestra mujeres que pueden
ser un buen partido para casarse pero también mujeres de interés o valor
intelectual y artístico para la sociedad. Si el modernismo planteado por los
hombres piensa en una mujer ideal, la aparición en retratos fotográficos
muestra una mujer concreta que puede estar idealizada sólo para encantar a los
lectores.
Mostrar a las
mujeres, ponerlas dentro de una “Legión Etérea” es darles un lugar de
existencia, aunque se escamotee toda información que refiera a sus actividades
o intereses. A Delmira se la descubre, se la presenta, se le otorga un lugar
dentro de la escritura y es la única poeta que logra este lugar.
PACATERÍA
La lectura pacata
de la obra de Delmira Agustini, ha ocultado durante mucho tiempo su
perspectiva: una mirada que pone de manifiesto tanto la femineidad (en los
retratos) como el erotismo (en los poemas) de los sujetos de su escritura.
¿Por qué manifestar
una poética de lo erótico? ¿Qué es lo que se puede descubrir allí? Si bien el
modernismo explota en su producción la propuesta erótica, los referentes que
han trascendido como popes, instalan a la mujer como objeto de deseo,
adoración, lugar para el deleite de las palabras y la creación poética. En los
poemas de Delmira esa tradición erótica se renueva: tiene algo de universal
como el amor y hace partícipe al destinatario, de una experiencia compartida.
Más allá de los
poemas, el universo discursivo de La
Alborada destaca la idea del exotismo. El efecto buscado por la revista es
intentar un ordenamiento de la sociedad, que se puede ver en innumerables notas que aluden a los locos,
los negros, las sociedades, las prostitutas. Toda la publicación produce una legitimación de ciertos modelos
para la sociedad, modelos que sostienen el estatus: el contador que acaba de
recibirse, el loco de la carreta, los negros que estudian, los que interrumpen
la inspiración de los redactores con el ruido de las mulas a las que se les cae
la carga; los buenos partidos, los artistas, los fotógrafos; las muertes
jóvenes, los casamientos en Uruguay y en el extranjero.
¿Lo erótico es también exótico? En la
escritura de Delmira, convivirán la marginalidad y la pacatería con la exhibición
y la provocación. El erotismo modernista es artificial o artificioso y en ese
sentido Delmira va más allá y completa sus visiones. Una de las claves del modernismo, como señala
Carlos Real de Azúa (1977: pág???) es la
percepción erotizada de la mujer como un objeto. La publicación de poemas y
retratos en La Alborada obliga a una
lectura si no comparada, sí atenta a las resonancias de la estética modernista
en uno y otro formato. Lo que los textos exhiben es una poética de la
intimidad, en el caso de los poemas y de la vida privada, en el caso de los
retratos.
De lo privado a lo
público, la insistencia de los padres en que continuara el desarrollo de su
poesía; el afán de la crítica sobre su vida cotidiana y las interpretaciones de
su obra resultaron una exitosa operación puesto que, hasta hoy forma parte del
canon de lecturas de la poesía nacional uruguaya.
¿Por qué trabajar con la escritura de Delmira
Agustini?
La proliferación de
estudios, críticas, acercamientos, folletines, exposiciones, novelas, poemas,
obras de teatro, muestras, fotografías, documentos, nos deja leer una circulación que excede al
modernismo, lo pone en foco, lo cristaliza o lo transgrede. Delmira como
escritora nos impone una relectura que recupere su obra poética y su participación
en las publicaciones periódicas, que muestre sus complejidades y la contextualice. No pretendimos hacer una lectura que responda
a los interrogantes de su vida y de su obra. La escritura de Delmira es un
espacio de juego, con razones y sinrazones de las que no se podrán más que
hacer observaciones agudas y austeras. Las preguntas son nuestra respuesta.
BIBLIOGRAFÍA
CITADA:
- Agustini, Delmira. Poesías completas. Buenos Aires: Losada, 1955.
- Agustini, Delmira. Correspondencia íntima. Montevideo: Biblioteca Nacional
Publicaciones del Departamento de Investigaciones, 1969.
- Bataille, Georges. La felicidad, el erotismo y la literatura. Buenos Aires: Hidalgo, 1988.
- Cortazzo, Uruguay. Una hermenéutica machista. Delmira Agustini en la crítica de Alberto
Zum Felde. Puerto Rico: University of Puerto Rico (Mayagüez Campus),
University of Puerto Rico (Río Piedras Campus) Fundación Puertorriqueña de las
Humanidades, 1987.
- Molloy, Silvia. “Identidades textuales
femeninas: estrategias de autofiguración”.En Mora
nro 12 (Dic 2006).
-Real
de Azúa, Carlos. (1986), "Modernismo e ideologías". Punto de Vista, año X, 28, nov.
(separata).
-
Varas, Patricia. Las máscaras de Delmira
Agustini. Montevideo: Vintén Editor, 2002.
[1] Molloy Sylvia. “Las identidades textuales femeninas:
estrategias de autofiguración” en MORA
Nro. 12 de Diciembre de 2006
“Ese desasosiego, no usual en textos de mujeres
latinoamericanas, es cifra de una dislocación del ser – o más bien, de una
dislocación para ser- que acaso sea el principal impulso de su escritura. Se es
(y se escribe) en otro lado; en un
lugar diferente, donde el sujeto femenino elige reubicarse para llevar a cabo
su autorepresentación.”
Compartimos el punto de inicio de Sylvia Molloy para
la reflexión sobre poetas latinoamericanas. Reconocemos en este análisis, el
planteo de un problema inequívoco en la lectura de Delmira Agustini en
particular: escribir en otro lado y ejercer la autorepresentación se enmarca en
la discusión sobre el espacio público y el privado como ámbitos de luchas por
el poder, la autoridad y en este caso un privilegio en la exhibición,
representación y establecimiento de las mujeres en la burguesía.
[3] La revista tiene, como
muchas publicaciones periódicas, dos etapas: la primera denominada La alborada. Semanario político, literario y
social cuyo director y redactor es Constancio Vigil y abarca el período del
5 de julio de 1896 al 23 de diciembre de 1900. En la segunda etapa, al cambiar
el director, su contenido político será más atenuado y por eso se renombrará
como Semanario de actualidades, literario
y festivo. Desde el1 de enero de 1901 al 1 de enero de 1904 serán su
director Arturo Salom y sus redactores Carlos Muñoz y Manuel Medina Betancort.
Los retratos: 9-8-03 Mary Bemporat + Anita Farriols; 30-8-03
Blanca Aurelia Marshall + María Cristina Gómez; 6-9-03 María Elodia Zapata +
Edelmira Brito; 13-9-03 Teresa Rodríguez Silva + Winifred Ayre; 20-9-03 Aurora
Curbelo Larrosa + Alicia Marshall; 27-9-03 Estela Acosta y Lara + María
Herminia Sabbiá y Oribe; 2-10-03 Delia Real de Azúa + María Celia Folle; 13-12-03
Aida silva + Adriana G. Blanco; 01-01-04 Margarita Maza + María Salvañach; 10-01-04
Margarita Díaz + Blanca Salvañach; NB: Joujou manifiesta no tener nada que ver
con el resto de Joujous que vayan apareciendo en secciones ingeniosas, etc,
etc.
[4] Lo que Delmira canta (...) no es otra cosa que el eterno masculino:
una inversión del mito de Don Juan, lo cual equivale a reconocer la sexualidad
femenina en pie de igualdad con la del hombre.” Pág 51 Cortazzo, Uruguay. Una hermenéutica machista. Delmira Agustini
en la crítica de Alberto Zum Felde. University of Puerto Rico (Mayagüez
Campus), University of Puerto Rico (Río Piedras Campus), Fundación
Puertorriqueña de las Humanidades, 1987.
[5] La Alborada: Semanario de
Actualidades, Literario y Festivo. Nro. 282 Montevideo, 9 de agosto de
1903.
[6] “Colocada la capota, echado el velillo sobre la faz y el quitasol de
seda entre las manos, emprende entonces su peregrinación a través de los
primeros establecimientos de la capital. Nunca va en coche, sino a pie. El
movimiento del carruaje excita su sistema nervioso. Y en cada tienda, halla
algo nuevo que comprar. Ya es un brazalete regio, digno del brazo de una Leonor
de Este; ya un abanico ínfimo, propio de una sirvienta; ya un cuadro antiguo,
procedente de una familia arruinada; ya una estatua de yeso, comprada en un
bazar; ya una tela magnífica, salida de la mejor fábrica europea. Jamás discute
los precios, ni se detiene a examinar el mérito de las cosas.”del Casal,
Julián."Derrochadora". Vol 2 de
Prosas. La Habana: Consejo Nacional de Cultura, 1963. pág 147-148
[7] María H. Sabbia y Oribe, Adela Castells, Ernestina Mendez Reissig y
María Eugenia Vaz Ferreira, solo de tres de ellas encontramos alguna
información sobre su labor literaria.
[8] La Alborada: Semanario de
Actualidades, Literario y Festivo. Nro. 288
Montevideo, 20 de septiembre de 1903
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